Pacto (Parte 2)

Espero todos disfruten lo que posiblemente sea la ultima cosa que escribiré, saludos y muchas gracias por todo a todos.

PACTO (parte 2 de 2)


Uno a uno los días pasaban lenta e inexorablemente. Diego no dejaba de pensar en cómo llevar a cabo su parte del trato. No es que temiera de la idea de torturar y matar a otra persona, al contrario, pues siempre le había intrigado tener semejante poder sobre alguien. El problema en sí era que la oportunidad no se presentaba, hasta que llegó aquella noche de viernes, una en la que su conquista habitual seria para mucho más que un momento placer carnal. 
Sabía que sería difícil cumplir su objetivo en su apartamento, donde las paredes nunca eran tan gruesas como para acallar los ruidos y al estar rodeado de tantos vecinos entrometidos, su labro seria simplemente imposible. Pero oportunamente se recordó de aquella vieja propiedad, Casa Barrios, la herencia olvidada de su tío abuelo Bruno. Deshabitada desde hacía varios años, era visitada únicamente por la encargada del mantenimiento del lugar, visita que podía ser interrumpida fácilmente. 
Diego no lo dudó y acudió con su víctima al lugar. Después de su habitual tributo de sexo, sometió a su víctima y la llevó al sótano, el cual, al ser tan profundo y aislado, se hacía casi a prueba de sonido, parecía estar hecho para este tipo de situaciones, simplemente era el lugar perfecto. Dejó a la chica ahí, atada fuertemente a una silla de pies y manos mientras planeaba su funesto destino. Diego daba vueltas y vueltas a su cabeza, los enérgicos gritos de aquella infeliz en suplicas de su liberación se escuchaban como música de fondo, no paso mucho tiempo para que Diego se hartara de esos chillantes alaridos. Se acercó a ella y sin ninguna muestra de emoción comenzó a golpearla repetidamente, casi a punto de hacerla desfallecer. Luego, cuando los golpes la habían dejado casi inmóvil, cosió su boca para asegurarse de no volver a escuchar aquellos ensordecedores alaridos nuevamente. Hecho esto, se percató de un par de tijeras podadoras que se encontraban en el lugar, era como si alguien las hubiera dejado ahí para él, una voz en su interior le dijo: “úsalas”, las tomó y sin titubear, comenzó a amputarle los dedos de las manos de la joven, los cortaba uno a uno, causándole un dolor insufrible, la chica desesperada, se olvido totalmente de los hilos que cosían su boca e intento gritar tan fuerte como pudo, pero al hacerlo, lo único que logro fue rasgarse los labios, logró abrir su boca pero el hilo no cedió, pero sus labios si lo hicieron.
Retazos de piel y tejido que antes eran sus carnosos labios, colgaban de su boca, de sus mutiladas manos fluía una enorme cantidad de sangre, se encontraba inmóvil, abrumada de tanto dolor. Luego, en un acto que no era más que maldad pura, Diego tomó un mechero de llama alta, y tras asegurar muy bien aquellos despojos de manos, comenzó a quemar hasta casi carbonizar una a una las diez heridas donde antes se hallaban sus dedos. La joven, con la boca y manos mutiladas, simplemente no era capaz de soportar aquel sufrimiento, su cuerpo intentaba apagarse perdiendo el conocimiento momentáneamente, recuperándolo solamente cuando Diego la golpeaba con el fin de hacerla reaccionar para que presenciara otro grotesco acto por parte de su captor: Diego tomo los diez dedos amputados, y comenzó a cocinarlos en aceite y especias en una pequeña cocina que estratégicamente se encontraba en el lugar, los cocino hasta freírlos en su totalidad. Los sirvió en un plato con sus respectivos aderezos y comenzó a comerlos, saboreándolos lentamente frente a la joven, los devoraba hasta los huesos, parecía en verdad disfrutar de aquel despreciable manjar. 
Primero la había obligado a verlo comer, pero luego, al percatarse que es de mala educación el comer sin invitar a otro, le pidió que abriera la boca, pero al negarse la joven, le arrancó los trozos de labios que le colgaban y no conforme con eso, la golpeo hasta fracturarle algunos dientes, para luego obligarla a comerse sus propios dedos. La joven estaba a punto de sucumbir, le rogaba a su verdugo por su muerte, en cambio, Diego tomó nuevamente el mechero colocándolo entre las piernas de la joven, encendió la llama a potencia media arrancándole de inmediato insufribles alaridos de dolor, su piel se contraía a consecuencia del fuego, mostrando la carne al perfecto color rojo carmesí que se ennegrecía lentamente al calor de la llama, la grasa corporal que emergía no hacía más que avivar la llama llegando a quemar y carbonizar el área hasta que la sangre no fluía mas. 
La garganta de la joven ya había excedido su límite, totalmente desgarrada solo abría la desfigurada boca sin poder ya emitir sonido alguno, mientras Diego seguía quemando pequeñas porciones de su cuerpo en un patrón arbitrario. No pasó más de una hora antes que ella dejara de moverse, al fin la muerte la acogía. Dieciséis horas de tortura habían pasado, Diego ni siquiera supo su nombre, realmente nunca le importó, lo único importante es que ya había cumplido con su primer objetivo, y en realidad, lo había disfrutado mucho más de lo que alguna vez se imaginó. Comenzó a cavar una fosa en el sótano para sepultar aquel cuerpo repugnante y desfigurado, ahora solo necesita dos almas más.
Dos días pasaron antes que el verdugo eligiera su próxima víctima. El procedimiento era el mismo, una bella joven era seducida nuevamente por el galán para la ritual noche de sexo y lujuria. Esta vez, Diego se tomo la molestia de conocer el nombre de su víctima. Ángela fue igualmente sometida como su antecesora, atada de manos y pies a la misma silla metálica, fue dejada encerrada en aquel nefasto sótano. Diego no tardo mucho en regresar, Ángela no dejaba de gritar angustiada en suplica de ayuda, a Diego le molestaban los gritos y para acallarlos, selló su boca con cinta aislante autoadhesiva. Uso un par de tijeras para cortarle la ropa y dejarla totalmente desnuda, luego, con un gotero, comenzó a verter lentamente gotas de ácido hidroclorhídrico, que es capaz de corroer el metal, vertía una gota en diferentes partes del cuerpo. La piel se derretía en efervescentes charcos de sangre y el ácido avanzaba lentamente hasta corroer la carne. El ácido era aplicado en las piernas, pechos, pezones, brazos, manos, abdomen e incluso en sus genitales. Los gritos enmudecidos por aquella cinta no se hacían esperar, el dolor y sufrimiento de la joven eran más que evidentes. Hecho esto, Diego la tomó por la cabeza y con un par de grapas, le clavó los parpados al cráneo haciéndole imposible el poder cerrar los ojos, esos bellos ojos azules. Tomó nuevamente el gotero lleno de ácido y sosteniéndole fuertemente la cabeza, le dejo caer un par de gotas en cada ojo. No hace falta decir que Ángela se retorcía de dolor; sus ojos comenzaron a derretirse al contacto con el ácido, aquel hermoso color azul desaparecía cuando un liquido blanquecino mezclado con sangre bajaban lentamente deslizándose por sus mejillas, espeso y viscoso al igual que baja la cera derretida al calor de la llama de la vela. Ángela comenzó a convulsionar, el dolor era demasiado abrumador para ella, las convulsiones se acompañaban de reflejos de regurgitación, pero a tener los labios sellados con la cinta adhesiva, el vomito no pudo salir y sus pulmones se llenaron de liquido. Ángela se ahogó en su propio vomito.
Al ver terminado su trabajo, Diego comenzó a cavar una segunda fosa en el sótano donde sepultaría a su nueva víctima. La tortura había durado tan solo ocho horas, acabo antes de lo pensado y se sintió de alguna manera frustrado al no tener más tiempo para hacer todo lo que hubiese querido. Ya había terminado con dos, ahora solamente le faltaba uno para cumplir su cuota.
Veintisiete días han pasado y la salud de Diego comienza a decaer, la neumonía va tomando fuerzas gradualmente, sabe que no dispone de mucho tiempo antes que su plazo se venza. No ha ido a su casa en semanas, ni siquiera salía de Casa Barrios, sabe que nadie lo busca, sus amigos a penas se dan cuenta de su desaparición sin darle mayor importancia, y su familia, pueden pasar meses sin tener contacto con ellos sin causarles la mínima preocupación. El está solo, lo sabe y siempre lo supo.
Esa mañana, a tres días de vencer su plazo estipulado, María, la encargada de la limpieza y mantenimiento de Casa Barrios, se hace presente para sus labores triviales. Ella no se percata de la presencia de Diego en la casa, hasta que este la sorprende por detrás golpeándole fuertemente la cabeza con un madero. María pierde el conocimiento y cae al suelo, ahora está a total disposición de Diego.
María es una mujer mucho más corpulenta que las jóvenes anteriores, por lo tanto a Diego le cuesta mucho más trabajo el maniobrar su cuerpo aun cuando este inconsciente. La despoja de toda vestimenta, pero al no poder bajar las escaleras del sótano cargándola, la lleva al jardín trasero. La sienta en el suelo de espaldas a un árbol, le ata las manos rodeando el tronco del mismo y ata también sus pies que quedan extendidos en el suelo; la amordaza fuertemente y se asegura que aunque despierte, no podrá emitir sonido alguno. Ya habiendo colocado a María en su lugar y tomando todas las precauciones pertinentes, la despierta al verterle un balde de agua hirviendo en todo el cuerpo. María se estremece y despierta con la piel profundamente enrojecida y como Diego lo había anticipado, al estar atada de espaldas al árbol y fuertemente amordazada, es incapaz de moverse o emitir algún sonido audible a más de un metro. 
El estado físico de Diego era ya decadente, se veía muy limitado pues no podía realizar mayor esfuerzo físico. Tomó una navaja y comenzó a hacer pequeños cortes que no eran muy profundos en cada parte del cuerpo de María que a él se le antojara. La piel de María comenzaba a ampollarse debido a las quemaduras, el dolor de los cortes no eran nada en comparación al ardor de las llagas en todo el cuerpo. Diego observo su entorno y después de una corta búsqueda, fue a la cocina, de donde regresó con varias botellas, comenzó a verter litros y litros de miel de abeja sobre el cuerpo lacerado de María, hasta haber vaciado todas las botellas. Esto, hasta cierto grado, daba un alivio temporal al dolor de las quemaduras, pero lo maléfico de la obra era que la miel estaba atrayendo a un ejército de hormigas rojas. María se hallaba esclavizada junto a un enorme nido de hormigas, miles y miles de estas parecían hacer formaciones de batalla y desfilar hacia la miel vertida sobre el cuerpo de la mujer. Un ejército que lenta e implacablemente recogía su dulce botín, llenando a la vez de miles de dolorosas picaduras. El solo correteo de las hormigas sobre aquella piel tan irritada era ya insoportable. Las ampollas abiertas en la piel, facilitaban que la miel se introdujera en ellas, así como también lo hacía en aquellos cortes hechos anteriormente, esto provocaba a las hormigas a arrancar pequeños trozos de endulzada piel, trozos tan pequeños como la cabeza de un alfiler, pero tan dolorosos como arrancarse las uñas con los dientes. 
Diego sabia que las hormigas poco a poco, terminarían con su trabajo y dejo a María a cargo de ellas. Abandono el lugar en busca de ayuda médica. Su tercer y última víctima estaba lista, aunque él realmente nunca la vio morir.
Él fue ingresado ese mismo día en el hospital local, la neumonía empeoraba a cada momento. Casi agonizante, recordó aquel numero 2999 – 1666, comenzó a llamar… nadie contestaba del otro lado. Se sentía estafado, él había cumplido con su parte del trato pero nadie más había cumplido con él. Los tres días pasaron y Diego perdió la batalla contra su enfermedad. Murió tal y como le habían vaticinado treinta días antes. Al morir, su alma comenzó el paseo por la sima. Después de su interminable descenso al foso se encontró con su negociador, aquel que le había ofrecido la inmortalidad y que a su juicio, no le había cumplido:
¿Qué estoy haciendo aquí? – Decía Diego con tono enfurecido – Yo debería estar vivo.
No te precipites, María tardó tres días en morir y al final murió justo unos momentos antes que tú, solo quería estar seguro que cumplirías con el plazo. Además, para tener un cuerpo joven y eterno primero debías deshacerte de ese enfermizo que poseías.
Yo he cumplido con mi parte, ahora cumple con la tuya y dame esos tres deseos
Admito que lo has hecho, has cumplido aquí están tus tres deseos:
1. Tu alma es libre ahora, no le pertenecerá a nadie más que a ti.
2. Tendrás todo el dinero que necesites de aquí a la eternidad, al despertar solo debes buscar en el bolsillo derecho de tu pantalón y ahí lo encontraras.
3. Tendrás también juventud y vida eterna, poseerás tu embellecido cuerpo de 25 años, saludable y fuerte, jamás morirás ni envejecerás. Pero has de esperar tres días para esto pues a nadie le es permitido levantarse de entre los muertos antes de esos tres días. 

Diego se notaba complacido, sabía que estaba obteniendo lo que tanto anhelaba; todo ese esfuerzo al fin estaba dando frutos. Permaneció en el limbo durante tres días, y como le había sido prometido, al tercer día despertó. Diego moría de ansias por encontrarse con su nuevo futuro.
Lentamente sus ojos se abrieron. La oscuridad era total. Su cuerpo se hallaba entumecido debido a la falta de movimiento. Poco a poco iba recobrando la vida y poco a poco también el horror se acrecentaba al infinito. Se hallaba encerrado en un espacio reducido, apenas y había espacio para él. Palpando desesperado a su alrededor pudo darse cuenta que su temor se estaba volviendo realidad. Las paredes acolchonadas con algodón y lino le comprobaban su realidad, se encontraba dentro de su ataúd, sepultado a tres metros bajo tierra. Desgargantes gritos de pavor y auxilio comenzaban a emerger de aquel cuerpo antes inerte, gritos que eran apagados por las paredes del ataúd, semejantes alaridos eran solo comparables con aquellos que sus víctimas habían hecho antes. En un atisbo de esperanza, comenzó a revisar sus bolsillos en busca de un teléfono… no encontró nada. Pero en la bolsa derecha de su pantalón había algo: una moneda de un centavo, no era ninguna fortuna, pero seguramente nunca iba a necesitar más que eso estando ahí adentro. A medida que el tiempo pasaba, el aire enrarecía, el oxigeno se acababa lentamente, esa no era una preocupación pues sabía que no podía morir; pero sin embargo, al agotarse el aire comenzó a asfixiarse lentamente, la falta de oxigeno en sus pulmones le hacía retorcerse de angustia en busca de una bocanada de aire, se sofocaba, pero la muerte no llegaba ni llegaría jamás. Estaba confinado a una agonía eterna de la cual le era imposible escapar, se asfixiaría por la eternidad. Se encontraba totalmente solo, como en toda su vida había estado; pero no por mucho, pues con el tiempo, los gusanos que se moverían debajo de su piel, serian la compañía que nunca lo abandonaría. 
Diego quería pasarse de listo y beneficiarse egoístamente de la situación como lo había hecho en toda su vida, intentó aprovecharse de alguien que fue más listo que él, y al final creó su propia perdición pues sus deseos, al ser tan egoístas, le habían condenado, él nunca se dio cuenta que al pedir un deseo que no fuese para sí mismo, se salvaría de todo sufrimiento. 
Sus tres deseos estaban cumplidos:
1. Vida eterna, jamás moriría.
2. Todo el dinero que podría necesitar
3. Su alma jamás le pertenecería a Dios o Demonio alguno, solamente a él de aquí a la eternidad.

CASA BARRIOS
 

Pacto (Parte 1)


PACTO 
(parte 1 de 2)

CASA BARRIOS



Diego, un joven de 25 años, llevaba una vida despreocupada y totalmente egoísta, más que libertad, lo había convertido en libertinaje. Parecía no tener ningún propósito en la vida más que asistir a cuanta fiesta y discoteca fuera posible. El dinero no le era problema, tenia lo suficiente como para vivir esta y otras dos vidas mas, era uno de los herederos de la fortuna de su tío abuelo Bruno Barrios, la cual incluía una hermosa casa apodada Casa Barrios y una vieja fábrica que aun producía mucho dinero, pero el dinero producto de la venta de su parte de la fabrica le interesaba más. Esto último, sumado al dinero heredado, era una verdadera fortuna.


Diego era un tipo vanidoso, individualista y mezquino, no hacía nada que no fuese para propio beneficio. Su porte superficial y egoísta le atraía a personas similares a quienes el apenas podía llamar sus “amigos”. Siempre estuvo rodeado de gente, pero en realidad, desde que se separo de sus padres, siempre había estado solo. El objetivo de cada fiesta era tener una conquista nueva, Diego elegía siempre una mujer atractiva, pues a decir verdad el también lo era, se pasaba la noche entera seduciendo mujeres alardeando de sus riquezas y buen físico, prometiéndoles este mundo y el otro. La mayoría de veces funcionaba, y terminaba la noche en su apartamento o algún lujoso hotel cercano compartiendo la cama con su nueva conquista. A diego le gustaba tomar fotografías durante la noche, las guardaba como un trofeo. Pero siempre, al amanecer, la actitud de Diego hacia sus doncellas cambiaba drásticamente y las desechaba como a un trapo sucio. En su mente una mujer era solo eso, objetos que están a su disposición para usarlas cada vez que a él se le antoje. Había vivido así durante algunos años y no tenía la mínima intención de cambiar ese estilo de vida.


Una noche, se encontraba celebrando juntos con sus amigos su cumpleaños número 26, como era habitual, se encontraba con sus plásticos amigos en una estruendosa fiesta, cualquier excusa era suficiente como para armar escándalo como aquel, para Diego, no era nada nuevo. Pero esa noche, lejos de su cotidiana jovialidad y despreocupación por la vida, se le notaba pensativo, casi ido, parecía no disfrutar la noche como siempre lo hacía. Sus amigos ni siquiera lo notaron, y mientras se encontraba cavilando con la mirada perdida en el espacio, una chica se le acerco y le susurró al oído: “sopla las velas y pide un deseo”; Diego, sin ver atrás, se levanto de la silla donde se encontraba, soplo las velas y en su mente, pidió su deseo: juventud eterna. Hecho esto, sus amigos comenzaron en un frenesí fiestero, cada uno ocupándose de lo propio. El licor fluía por montones, el humo de los cigarrillos enturbiaba el aire que se encontraba ya denso por la bulliciosa noche. Todos habían dejado de lado al festejado, cada uno ocupado en buscar la conquista de la noche.

Diego se encontraba solo, y por primera vez parecía estar meditando sobre su futuro, dirigió la mirada hacia la pista de baile, y ahí, en medio de la multitud danzante, se encontraba una bella mujer simplemente inmóvil, que lo observaba fijamente con una mirada coqueta; pero él se mostro indiferente y casi desinteresado, bajo su mirada al piso por un momento y cuando la levanto nuevamente, se sorprendió al ver aquella hermosa joven parada justo frente a él. Había atravesado la pista de baile y la multitud que no cesaba de moverse, todo en solo un instante; pero el asombro duro poco, pues la belleza de la joven era cautivante, era tan bella como misteriosa, su cuerpo era escultural, morena de pelo castaño rizado, ojos verdes y ropa tan provocativa que no dejaba mucho a la imaginación. Parecía ser una modelo de revista, simplemente era la mujer más hermosa que Diego alguna vez vio. Ella se le acerco y se sentó a su lado, poco tiempo paso antes que la conversación amistosa e inocente, se volviera un juego de seducción y coqueteos. Era algo extraño, pues siempre el seductor era él. Como era de esperarse, aquella noche terminaría en un derroche de sexo y lujuria, tanto o más a las que Diego acostumbraba.

El Cara de Cuero

Halloween.com.es

Una idílica tarde de verano se convirtió en una pesadilla. Durante treinta años los expedientes acumularon polvo en la sección de casos no resueltos del FBI.
Más de trece piezas de evidencia fueron recogidas en la escena del crimen, la residencia Hewitt. Los hechos acaecidos llevaron a una de las leyendas más bizarras de los anales de la historia americana: "La Masacre en Texas”

Silencio. Debía hacer silencio.Sabía que su vida dependía de ello.

No importaba cómo se había metido en esa situación, no importaba que iban a Dallas, no importaba que llevaba un regalo para su tía Maggie, nada de eso tenía sentido ahora. Ahora lo único que tenía importancia era que tenía que permanecer callada, con el cabello pegado a la piel por el sudor, inmóvil. Tal vez hasta tendría que parar de respirar. Tal vez hasta pararía de respirar y se ahogaría ella misma y, si eso pasaba, todavía salía ganando. Porque todo era mejor que eso. Cualquier cosa era mejor que parar como todos los demás. Él estaba ahí afuera. Ella sabía que él estaba ahí y él sabía que ella estaba ahí. De pronto la carretera de Tejas había dejado de pertenecer a Los Estados Unidos de América para ser un anexo de la República Popular del Infierno. Sólo que a nadie se le ocurrió avisarle a ellos...

El calor. Maldito calor. Cuando es de noche ¿No se supone que debe hacer frío?

Karen trató de absorber todo el aire que pudo con la boca, cerró los ojos y los apretó para no llorar. Empezó a temblar violentamente y tuvo que abrazarse para controlarse. Porque Él lo sabía todo. Él le había dado caza y si ella se
movía, aunque fuese un mínimo temblor, Él lo notaría, la sacaría del armario, la tiraría contra el suelo y la descuartizaría con su sierra. Porque así había pasado con todos los demás. Y de cierta manera trastornada, Karen deseaba que sucediera de una vez, porque así todo terminaría. No le importaba si el malnacido la cortaba en pedacitos, se la llevaba a su casa, se la ofrecía a su familia, le echaban pimienta y se la comían. No le importaba eso. Hasta podría salir del armario y rogar por que el golpe con la sierra fuese fatal y rápido. Hubiese salido, de no ser porque sí le importaba... 

La Venganza Del Ahorcado

Gracias a Halloween.com.es



El campesino Jared Selum fue ejecutado en la temible horca la madrugada del
día 15 de Junio de 19... Su dramático proceso de cuatro meses culminó tras un breve
periodo de negociaciones y un juicio que, a fin de cuentas, no sirvió para probar su
tan peleada inocencia. 

Su penuria había iniciado ocho meses antes, cuando el cuerpo acuchillado del
terrateniente Wallace fue encontrado a orillas del pueblo Hallert por la policía.
La saña con que fueron infringidas las heridas encontradas en el cuerpo del hombre,
hizo pensar a los agentes que a Wallace le había asesinado alguna clase de
demente...o alguien con quién tuviera viejos y grandes rencores. Pronto, las
sospechas recayeron sobre dos personas: Reth Zader, antiguo socio del terrateniente,
acusado de robo por este y condenado a pasar seis años en prisión; y el pobre
campesino Selum, de quien Wallace se había aprovechado antiguamente, despojándolo de
sus tierras. Ambos tenían motivos para asesinar al terrateniente, y ambos conocían
sus movimientos y negocios. Por ello, a nadie sorprendió el hecho de que fueran
aprehendidos como principales sospechosos. 


Los interrogatorios –como según afirmarían los agentes del orden tiempo después-
fueron de los más confusos y peculiares. Zader, astuto, se veía seguro y contestaba
a todas las preguntas de forma clara y tranquila. Afirmaba encontrarse muy lejos
del lugar del asesinato cuando éste se realizó, y que (a pesar de sus dudosos
antecedentes penales) sería incapaz de matar a un ser humano, y mucho menos a su
“viejo amigo” Wallace. Su tranquilidad aminoró las sospechas de la policía y logró
despejar ligeramente la suspicacia.....

Mortal Combat arcade

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